21 sept 2023

MARISOL GAMBOA CATALÁN, UNA ARTISTA DE LA PINTURA SOBRE TELA EN ALBENDEA


 MARISOL GAMBOA CATALÁN, UNA ARTISTA DE LA PINTURA SOBRE TELA EN ALBENDEA


 Marisol Gamboa durante una exposición de sus obras en el Centro Social de Albendea en junio de 2022.

INTRODUCCIÓN

Llevamos más de trece años en Albendea, pero no dejamos de sorprendernos cada vez que avanzamos en el conocimiento de su historia, sus tradiciones y su cultura en general o en las habilidades que desarrollan sus gentes. Así vamos descubriendo cosas nuevas que estudiar y nuevos valores que añadir a los guardados por los vecinos, que nosotros a la vez recogemos en nuestros vastos ficheros sobre el pueblo para luego difundirlos entre el público en general, bien a través de esa gran red digital que es Internet o en ocasiones impresos en unos folios escritos.

En cierta ocasión nos llegaron a preguntar que de qué hablaríamos cuando ya no hubiera más cosas de Albendea sobre las que hablar. Pero jamás nos hemos llegado a plantear respuesta a esa pregunta, pues Albendea es fecunda en historias, en tradiciones y sobre todo en gentes que han hecho y siguen haciendo grande al pueblo con sus obras pictóricas, escultóricas, literarias o en cualquier otras formas de arte o actividad que puedan llegar a ser de interés para aquellos que quieran conocerlas.

Una de esas personas que engrandece Albendea con sus trabajos es Marisol Gamboa Catalán, una verdadera artista del dibujo sobre el tapiz, loneta o cualquier otro tipo de material, un arte que ejerce con una gran dedicación y una extraordinaria maestría. Marisol elabora dibujos tan exquisitos que sorprenden a aquellos que los ven por primera vez. Y así nos sorprendieron a nosotros cuando los descubrimos en una exposición en el Centro Social Polivalente, con ocasión de la festividad de San Antonio en junio de 2022.

Son numerosos los trabajos llevados a cabo por Marisol Gamboa, algunos nos los mostró en esa exposición citada, otros en su casa, donde tiene un amplio muestrario de todo lo que ha ido diseñando, que enseña siempre con un gran orgullo. Y no es para menos, pues Marisol es una auténtica artista, una gran maestra que trabaja con esmero los tejidos que pinta.

Marisol también hace punto, una manera de fabricar tejidos, de la que fue profesora en uno de los Centros Cívicos de Getafe. En definitiva, Marisol es toda una artistaza de Albendea, una mujer que se merece estas páginas que exponemos a continuación para que todos la puedan conocer, páginas en las que además nos habla de su vida en Albendea y en otros lugares a los que marchó a vivir antes de venir definitivamente a asentarse en nuestro pueblo, Albendea. Un pueblo del que nos sentimos orgullosos de contar su historia, con la historia de sus gentes y todas las costumbres y tradiciones que guardan.




 Exposición de pintura en tela en el Centro Social Polivalente de Albendea en junio de 2022.

 

MARISOL GAMBOA CATALÁN, UNA ARTISTA DE LA PINTURA SOBRE TELA EN ALBENDEA

Marisol Gamboa Catalán nació el 16 de marzo de 1948 en la antigua central hidroeléctrica de La Ruidera, un edificio construido como tantos otros en los cauces de ríos y arroyos, hace ya muchos años, para proporcionar electricidad a los pueblos cercanos. En muchos lugares estos edificios eran llamados fábricas de luz, pues fabricaban esa electricidad que se transportaba entonces por rudimentarios tendidos de cable hasta los pueblos más próximos. En todos los ríos o correntales de agua perenne de nuestro solar peninsular se instalaban estas estaciones eléctricas, para lo que se construían pequeñas presas que almacenaban el agua que se usaba para “fabricar” la electricidad con los generadores eléctricos que se instalaban en los edificios, generadores que eran movidos por la fuerza del agua. Esas centrales no eran capaces de producir en aquellos tiempos la gran cantidad de energía que generan las grandes centrales hidroeléctricas actuales, pero proporcionaba la energía eléctrica necesaria a los pueblos más cercanos.

En esta fábrica de luz de La Ruidera, perteneciente a la empresa Navarro, que al contrario que la que hay ahora estaba situada en la margen derecha del río Guadiela, vivían los padres de Marisol, Agustín Gamboa y Mercedes Catalán, originarios los dos de Albendea, donde tenían también una vivienda. Aparte de Marisol tenían otra hija, llamada Purificación. Nos cuenta Marisol también que su abuelo materno, Dionisio Catalán, casado con Juana Muñoz, era ganchero, un oficio muy arraigado hace años. Este oficio consistía en conducir los troncos de pinos por los ríos Escabas y Guadiela, hasta llevarlos a un lugar en que pudiesen ser embarcados en camiones o ferrocarril, medios que los transportaban a las serrerías.

Agustín y Mercedes permanecieron en La Ruidera durante treinta y cinco años. Agustín era el responsable de vigilar la central y el caudal del agua para evitar que éste subiese y llegase a las máquinas en caso de crecidas del río. También tenía que comprobar los tendidos eléctricos cuando se producía alguna avería o corte de luz. Agustín trabajaba 24 horas seguidas, día y noche, pendiente de la central hidroeléctrica, el mismo periodo de tiempo que luego libraba. Más tarde la empresa Navarro trasladó a Agustín a la central de Puente Vadillos, por lo que su puesto fue ocupado por Vicente Sanabria y más tarde por Ángel González López que llegó allí con su mujer Humildad Llandres, nuestra gran y querida amiga Humi, fallecida en noviembre del año pasado.

Había otra familia de Valdeolivas cuyo cabeza de familia, Julián, se turnaba con Agustín en los trabajos y en el control de la central. Su esposa se llamaba Fausta y tenían cinco hijos, cuatro varones, Valentín, Julián, Miguel, Esteban y Antonio, y una niña llamada Emilia. Cerca de la central, aguas abajo, donde el Guadiela recibe al Escabas, se encontraba el Molino de las Juntas, en la que vivían los dueños del molino, Paulino e Isabel, sin hijos, y Mariano y la tía Capona, de la que desconocemos su verdadero nombre, que ayudaban al matrimonio en las labores domésticas y en las tareas de la molienda de grano. Cerca de la central de La Ruidera se hallaba también la Casilla de los Peones camineros, en la que vivían Sebastián Remón, el último peón caminero de Albendea, del que ya hicimos un trabajo que se puede hallar en nuestro sitio web (Albendurrio2011), su esposa Teodosia Viana y sus hijos Luis, Félix, Vicente y María Elena.

Ya en pleno Monte Ardal se encuentra todavía, aunque ya abandonada, la Casa del Guarda, en la que vivía otra familia, Emiliano Montoya, su mujer María Collado y sus hijos José y Jesús. Al lado de la Casa del Guarda había un tejar, edificio que aún se conserva, con una gran explanada que era donde se ponían las tejas a secar tras darles forma con el barro. Los únicos nombres que hemos podido rescatar de este tejar son los de Lali, Conchi e Isabel. Alguna de ellas, según nos han contado, vive hoy día en Priego.

Otra actividad que también ayudaba al sustento familiar era la pesca, arte en el que Marisol ha sido siempre una auténtica experta. Las truchas, barbos, bogas o lucios subían río Guadiela arriba a desovar, pero se detenían al llegar a la presa, al no poder seguir el curso del agua. Allí Marisol capturaba estos peces, que luego vendía en Albendea, Arandilla del Arroyo, Valdeolivas o Priego. Arandilla quedaba a poco más de cuatro kilómetros de la central hidroeléctrica, población a la que se llegaba por un camino de herradura que pasaba junto a la central, del que aún se conserva un buen tramo. Este camino se unía en el río Guadiela con el que venía de Albendea por El Prado y la Peña de los Ángeles, para ya juntos dirigirse hacia Priego tras cruzar el río por un puente ya perdido, del que aún se conserva algún machón.

                                                   Juana Muñoz y Agustín Catalán, abuelos de Marisol.

 

 Antigua presa de La Ruidera.


  Casa de La Ruidera.

En esa época en que Marisol vivía en La Ruidera, se criaban en el río Guadiela muchos cangrejos, aunque no se autorizaba su captura. Marisol continúa con su afición a la pesca y nos muestra una fotografía de una trucha que capturó en Cueva Tomás hace tres años. Pero hoy día sólo se permite la llamada “pesca sin muerte”, es decir, con anzuelos
desprovistos de arponcillo o “muerte”, en la que hay que devolver los peces al río, sin poder llevárselos a casa, lo que no supone ninguna atracción para Marisol.

Marisol nos recibe por primera vez en su casa de Albendea, mientras su esposo Manolo aprovecha para ir a Priego a echar la quiniela y hacer algunas compras. En su morada nos cuenta, pausada y poniendo siempre la vista atrás en el tiempo, su vida en la central de La Ruidera, en la que su padre trabajaba vigilando el nivel del agua del río. Tiene en su casa una salita con una mesa en la que deposita todas sus pinturas y pinceles, que adquiere en una tienda especializada de Cuenca. Ha dirigido varios cursos de pintura en Albendea para enseñar su arte, desarrollados en el Centro Social Polivalente, para los que decidieron hacer una compra del material necesario por Internet. Pero las pinturas que recibieron no tenían suficiente calidad para hacer unos buenos trabajos; no eran en ningún caso como las que ella había usado en sus clases en uno de los Centros Cívicos de Getafe donde aprendió esta técnica pictórica, donde siempre usaba un pigmento acrílico especial para los soportes de tela.

 En su casa de Albendea con su esposo Manuel Sánchez.

Son numerosos también los pinceles con que cuenta, situados todos ellos junto a las pinturas de la mesa citada. En un bastidor circular de madera nos mostró una pintura en la que estaba trabajando en esos momentos, una hermosa y llamativa flor, sacada de alguno de los libros que tiene sobre muestras de artesanía. En la pared tiene enmarcada también una de sus obras bordadas.

Marisol, en su casa de La Ruidera, se dedicaba a ayudar a su madre en las faenas del hogar y a su padre en la venta de hortalizas que cultivaban en un pequeño huerto. En él criaban tomates, pimientos, calabacines, calabazas, patatas y otros vegetales que luego vendían en las localidades cercanas. Para el transporte de los productos hortícolas tenían una borriquilla, que cada año cambiaba su padre por otra más joven. También tenían, como ocurría antaño en todas las casas de campo, animales para el consumo familiar, como cerdos, gallinas, conejos y pavos.

Una de las mayores dificultades de Marisol mientras vivía en La Ruidera era ir cada día a la escuela de Albendea, pues tenía que desplazarse a pie hasta el pueblo y recorrer diariamente, entre ida y vuelta, unos ocho kilómetros. Marisol iba al colegio siempre que no tuviese que ayudar a sus padres, pues las faenas domésticas primaban en aquellos años sobre la educación de los menores.

Pero Marisol, al llegar a los 13 años se cansó de aquella vida tan apartada del mundo civilizado, por lo que decidió un día coger el hatillo y marchar a Valencia con unos tíos suyos, donde se empleó en una fábrica de procesado de naranjas, en la que sobre todo se elaboraban zumos. En esa fábrica valenciana tuvo un accidente que le produjo varias heridas en las manos, entre ellas el corte de algunos tendones, accidente cuyas huellas aún son perceptibles. Cuando su madre Mercedes se enteró de ese accidente se asustó tanto que se fue a Valencia para traerla de regreso a La Ruidera. Pero Marisol, después de haber conocido un mundo con más bullicio, más habitado y con más y diversas formas de vida y de ocio, no quería volver a vivir en un sitio tan solitario y apartado de la gente como era La Ruidera.


                Marisol en la puerta de su casa de Albendea con mi mujer Angelita y con el autor de este reportaje.

Esta vez decidió partir a Madrid, a vivir con unos tíos que tenía en la capital de España, donde realizó diversos trabajos, pues Marisol siempre estaba dispuesta a trabajar en lo que surgiera. Primeramente estuvo de aprendiza en una fábrica de gafas, realizando monturas en las que luego se encastraban los cristales. Diez años permaneció Marisol en esta fábrica, hasta que la empresa decidió cerrar. En ella Marisol alcanzó el rango de jefa de grupo y más tarde el de encargada, responsable de comprobar las gafas que realizaba el personal y darles el visto bueno antes de llevarlas al mercado. 

 
Marisol con Esperanza Santos y Fran Rodríguez, del programa "Castilla-La Mancha me gusta".

Tras cerrar la fábrica de gafas decidió hacer un curso de peluquería, empleándose después en diferentes peluquerías madrileñas. Aunque ya antes, cuando vivía en Valencia, había dado los primeros pasos en este oficio, obteniendo un diploma de reconocimiento de sus conocimientos. Incluso hoy día se dedica a cortar el pelo a sus vecinas de Albendea que así lo requieren.

En Madrid, Marisol conoció a Manolo Sánchez, con el que se casó el 15 de septiembre de 1973, tras diez años de noviazgo. Manolo, antes de jubilarse, se dedicaba a la encuadernación en un taller de artes gráficas. De este matrimonio nacieron Roberto y Javier. Roberto, soltero, trabaja actualmente en un balneario de Orense, adonde llegó después de trabajar un tiempo en Teruel. Javier tiene dos hijos, Lucía y Rodrigo, cuyas fotografías nos muestra Marisol con muchísimo orgullo.

Marisol ha sido siempre una persona muy activa y con ganas de aprender. Afincada en Getafe, localidad a la que fueron a vivir ella y su marido tras la boda, decidió iniciar un curso de pintura sobre tela en uno de los Centros Cívicos de esta localidad madrileña con su hermana Purificación. Su hermana se hallaba en aquellos días muy deprimida y apenas le apetecía salir de casa, por lo que Marisol la animaría a salir e iniciarían juntas una nueva afición con la que pasar el tiempo, afición de la que desde luego ha sacado buen provecho.

Marisol Gamboa nunca había pintado antes. Pero pronto se aficionó a esta nueva técnica, que consistía en modelar diversas figuras sobre la tela con los pinceles y pigmentos de esta pintura especial para pintar en tela. Desde entonces, algo más de cinco años después, no ha dejado de ejercer ese arte, en el que es una auténtica maestra, con el que disfruta muchísimo además, como demuestra al enseñarnos sus obras.

                                   Con el estandarte del Grupo de Danzas de Albendea.

Son cinco años ya desde que emprendió esa aventura del pintar. Cinco años en que no ha dejado de trabajar este arte, como pudimos comprobar en las fiestas de San Antonio de 2022, en las que preparó una tela con la figura del santo y el nombre de las fiestas.

Otro trabajo destacable fue el dibujo del escudo del estandarte del Grupo de Danzas de Albendea y la leyenda “Grupo de Danzas Villa de Albendea”. En la elaboración del estandarte trabajaron María Jesús Calvo, presidenta de la Asociación de Jubilados y Pensionistas San Antonio de Padua de Albendea, su hermana Yolanda y Francisco Parrilla, que realizó el soporte de Hierro. Marisol Gamboa ejecutó el escudo sobre loneta blanca, que se ha dispuesto sobre una capa de terciopelo rojo que lo enmarca, todo él circundado por pasamanería dorada. Gracias a Marisol, y a las demás personas que colaboraron en la confección del estandarte, ahora el Grupo de Danzas muestra con orgullo el escudo y el nombre de nuestro pueblo allá donde vaya, pues las danzantes que componen el grupo han salido en algunas ocasiones a bailar fuera de nuestra localidad.

También realizó Marisol cuatro escudos más de Albendea, que son los trabajos que más satisfacción le han proporcionado. Uno de ellos está enmarcado en el salón de plenos del Ayuntamiento, otro es para el Consultorio Médico, otro para la Escuela Pública y otro más para la pequeña sala que la Asociación de Jubilados y Pensionistas San Antonio de Padua tiene en el Centro Social Polivalente.

Marisol regala prácticamente todo lo que fabrica, no vende nada, pues su gran satisfacción es acabar sus trabajos y disfrutar al observar como la gente goza de ellos. En su casa ha fabricado también manteles, cortinas, cuadros, paños, sábanas, colchas y otros trabajos de gran sutileza, que podemos ver por toda la casa y que siempre nos enseña con gran satisfacción. Esta increíble mujer, esta grandísima artista, ha hecho de todo; es capaz de ejecutar cualquier cosa que se pueda realizar en la tela.

Para crear cualquier obra, lo primero que hay que hacer es seleccionar la plantilla que se quiera dibujar en la tela, en este caso la loneta. Se pueden utilizar otras telas, como algodón, tergal, organza, magitec, pero Marisol prefiere loneta, porque el pigmento se imprime mejor en este tipo de soporte. Además, nos dice, es más fácil dibujar en este tipo de tela. Pero no vale cualquier loneta, pues las hay de diferente calidad. Marisol busca siempre los mejores tejidos, para que sus trabajos queden con la mayor perfección posible.

Tras seleccionar el dibujo que va a pintar en la tela, debe sujetar ésta con un bastidor para que quede bien tensada. Seguidamente calca el dibujo en papel cebolla, usando después papel carbón para pasarlo a la tela. Es necesario usar siempre pinturas especiales para tela, pues en caso contrario el pigmento no quedaría bien impreso y se podría deteriorar al poco tiempo.

 Con su primo juan José Catalán.

 

 Un delantal que Marisol hizo a su primo Juanjo con mucha historia.

Con pinceles de varios grosores va extendiendo los diferentes pigmentos sobre la tela, hasta que éstos empiezan a tomar forma. Los últimos retoques se llevan a cabo con unos pinceles más finos, con los que consigue dejar más nítidos los pequeños detalles. Incluso usa pinceles más anchos para difuminar mejor la pintura.

Se ha de tener en cuenta que siempre se pinta de arriba abajo, sin volver de nuevo arriba para no mancharnos las manos y manchar a la vez la tela. Sin embargo, en una demostración que nos hizo de su arte, comprobamos que los colores los va extendiendo por las diversas figuras marcadas en la tela de abajo hacia arriba.

Marisol no utiliza paletas ni ningún tipo de soporte para tomar el pigmento y llevarlo a la tela, sino que directamente lleva el pincel al tapón del bote de pintura, pues suele ponerlos del revés para que este tapón siempre tenga el pigmento necesario y también para que no se sequen los botes. Cuando tiene que mezclar colores lo hace en la misma tela, o incluso en las mismas tapas de los botes del pigmento. No aplica ningún tratamiento final para proteger la pintura en la tela, al menos ningún tipo de barniz o sustancia especial. La protección de la pintura y su fijación definitiva en la tela se consiguen con el calor de una plancha, sin vapor, por supuesto, que pasa hasta cuarenta veces por el revés de la tela donde está el dibujo, para que soporte y pigmentos queden fusionados completamente.

Sólo se puede pintar desde otoño hasta la entrada del verano. En la temporada de calor no es posible desarrollar este arte, pues los pigmentos se secan enseguida y no se extienden bien por la tela ni penetran suficientemente en el tejido, por lo que luego al lavarlos pueden desprenderse con mucha facilidad.

Muchas de sus obras están rematadas en sus bordes con un ribete de tela de diferente color, que ella misma pone con su máquina de coser, como por ejemplo los manteles. Antes de comenzar a pintar suele echar a los botes de pintura un par de gotitas de agua para que se humedezca el pigmento y se pueda operar mejor con él.

Otra técnica pictórica que ha utilizado Marisol es el estarcido, práctica usada ya en la prehistoria, que consiste en hacer dibujos con una plantilla, en la que queda hueca la figura recortada en forma de patrón, de manera que se pueden reproducir imágenes en serie. Para ello la plantilla se sujeta a la superficie que queremos pintar y bien con la técnica del punteado, usando un pincel redondo, como hace Marisol, o bien utilizando un trapo, se aplican los colores para modelar el dibujo de la plantilla. En su casa tiene unas toallas hechas con esta técnica, que nos muestra junto a un abrigo y chaqueta de punto, otro arte que Marisol domina bastante bien.


 Algunos de los libros de muestras usados por Marisol para pintar.

El punto lo aprendió de su madre, Mercedes, aunque ella luego por su cuenta ha perfeccionado la técnica a base de practicar y practicar, confeccionando diferentes prendas. Marisol ya sabía coser, actividad en la que fue totalmente autodidacta, lo que le fue muy útil para hacer el punto, pues algunos pasos, según nos dice Marisol, son muy parecidos.

Cuando la profesora de punto del Centro Cívico de Getafe se iba a jubilar, la directora del centro le propuso a Marisol continuar con las clases. Antes le había mostrado varios trabajos suyos, como una chaqueta, unos jerséis, etc., que tanto le gustaron que no dudó en proponerla de profesora, trabajo que Marisol aceptó. El curso se completó enseguida con numerosas alumnas y a cambio de impartir este curso le salieron gratis sus clases de pintura sobre tela, a las que asistía en este caso como alumna. Cuatro años estuvo aprendiendo a pintar y practicando en el Centro Cívico de Getafe, dos veces a la semana. Los mismos cuatro años que ella enseñó a sus alumnas a hacer tejidos de punto.

Sólo tenía alumnas, todas mujeres, pues ningún hombre se interesó por esta técnica del punto. Sin embargo, en las clases de pintura sobre tela sí que acudía algún chico. Dar clase fue algo increíble para Marisol, una grandísima y gratísima experiencia, algo que jamás olvidará y que luego repitió con la pintura en tela en Albendea.

A Marisol le gustaba y le gusta aprender de todo. Hubiese aprendido muchas otras cosas en Getafe, como hacer objetos de vidrio, miniaturas, bricolaje, etc. En el Centro cívico de Getafe se impartían más de treinta especialidades diferentes.

Marisol y su marido Manolo se fueron a Getafe tras casarse, porque la hermana de Marisol vivía allí. Pero ya jubilados, los problemas de salud de Manolo les llevaron a dejar esta población y buscar una zona más saludable. Decidieron entonces comprar una casa en San Rafael, una pequeña localidad de la provincia de Segovia, lindera con la provincia de Madrid. Pero no les satisfizo demasiado este asentamiento, por lo que decidieron marchar a Albendea, a la casa de los padres de Marisol, Agustín y Mercedes, a quienes ya habían tenido en su propia casa de Getafe cuando ya no podían valerse por sí mismos.

Esta casa de Albendea de los padres de Marisol había sido primero de sus abuelos, pero al morir estos su padre Agustín decidió quedarse con ella, después de llegar a un acuerdo con sus hermanos y pagarles la parte que les correspondía de herencia. Sin embargo, al mes de comprarla la casa se vino abajo por completo, por lo que tuvieron que reconstruirla de nuevo. Ella tenía entonces 8 años, y aunque sus padres se quedaran con esta vivienda, toda la familia siguió viviendo en La Ruidera, donde seguía trabajando Agustín.







 Algunos de los trabajos que nos muestra Marisol en su casa.

Marisol ayudó a reconstruir esta casa hundida, donde ahora vive, trabajo en el que colaboró toda la familia, tanto padres, como las dos hijas, que llevaban materiales y cemento a los albañiles. Los albañiles eran los hermanos Máximo, Ángel y Fidel Moreno, nombres muy conocidos en Albendea, pues han dejado varias obras en el pueblo y sus alrededores.

Ya muchos años después de haber dejado la casa de La Ruidera volvieron al lugar que tantos recuerdos les traía. Pero al llegar vieron que la casa en la que había vivido, esa casa de la infancia, donde nació y creció, que tantos recuerdos le traía, se había hundido para siempre. Fue un auténtico mazazo para ella, un instante que jamás olvidará en la vida.

Marisol siguió con la práctica de la pesca al regresar a Albendea. De hecho aún tiene licencia para pescar. Incluso convenció a su marido Manolo para que la solicitase también y la acompañase en esta actividad pesquera, a pesar de que no le atraía demasiado este deporte. Pero la pesca sin muerte, como hemos dicho, no supone ya ningún atractivo para Marisol.

En Albendea, Marisol siguió con sus trabajos de pintura sobre tela, unos trabajos que conocimos por primera vez en la exposición del Centro Social Polivalente de las fiestas de San Antonio de 2022, que fue el momento en que decidimos hacer este trabajo que ahora sale a la luz. En esta exposición de junio de 2022 había algunas obras suyas y otras más de alumnas a las que ella había enseñado este arte, como Toñi Martínez, Pilar Calvo, María Crespo, Cristina Ortega, María Jesús…. En total fueron doce alumnas las que asistieron al curso que impartió, totalmente gratis, sin más coste que el de las pinturas y la tela, un curso que duró desde octubre de 2021 a mayo de 2022 y que luego repitió al año siguiente. Aunque Marisol nos dice que en realidad se necesitan tres años al menos para poder aprender esta técnica de la pintura en tela, por lo que impartirá un nuevo curso si hay alumnas dispuestas a asistir a él.

Diploma de peluquería de señoras que obtuvo Marisol Gamboa en Madrid.

Reconocimiento del Ayuntamiento de Getafe por su dedicación a sus vecinos.

 

 Foto de familia con compañeras y algún compañero del Centro Cívico de Getafe.

Marisol decidió impartir este curso de pintura sobre tela porque deseaba hacer algo por el pueblo. Quería divulgar su saber con las vecinas y amigas; que lo que ella hubiera aprendido pudiera compartirse y no quedara encerrado en ella misma.

Así también, como hemos dicho ya, colaboró en la elaboración del estandarte del Grupo de Danzas y en los cuatro escudos, de los que ya hablamos, para los edificios públicos del pueblo. Todo ello le valió el reconocimiento en septiembre de 2022 por parte del Ayuntamiento de Albendea, que públicamente le entregó una hermosa placa de agradecimiento por sus servicios prestados y por su entrega y dedicación al pueblo. Un reconocimiento que nosotros queremos engrandecer y divulgar con estas páginas, pues esta mujer, que tanto empeño ha puesto y sigue poniendo en las cosas de nuestro pueblo, Albendea, se merecería páginas y páginas de elogio y gratitud por el tiempo y dedicación a Albendea y sus vecinos, una gran labor completamente altruista y desinteresada que es necesario elogiar y siempre agradecer.

Incluso la televisión regional reconoció su importante trabajo en junio de 2023, con una grabación en su casa sobre sus obras. Esperanza Santos, directora y presentadora del programa “Castilla-La Mancha me gusta”, junto con el cámara Fran Rodríguez, realizaron una parte de un programa dedicado a Albendea, filmando sus interesantes pinturas y realizando una entrevista sobre su arte a esta mujer.

Marisol Gamboa Catalán sigue trabajando en muchas más cosas. Cosas que hace para ella misma, para los amigos, entre los que tenemos la suerte de incluirnos, y para el Consistorio, como la banda de las fiestas de San Antonio de junio de 2023 que se instaló en el balcón municipal. Ahora tiene en proyecto dibujar la figura de la Virgen de la Vega para hacer una banda similar para las fiestas de septiembre, propósito que estamos convencidos no tardará en ejecutar. En Marisol no cabe la ociosidad, ese origen de todo mal que decía Cervantes, pues esta gran artista, esta enorme mujer, jamás permanecerá ociosa, sólo basta hablar con ella para dejarnos totalmente convencidos de ello. Marisol tiene en mente infinidad de ideas y proyectos, que seguro no tardará mucho en materializar, en los que siempre entra su pueblo, Albendea, un pueblo que ama y en el que le gusta vivir haciendo cosas que le hacen disfrutar de la vida y el tiempo, con las que consigue que todos nosotros nos deleitemos también.

 












Otras obras en pintura y punto de Marisol Gamboa Catalán.

 

 

 

 


XIII RUTA DE LA LANA DE ALBENDEA