ALBENDEA ES YA UN SÍ
Capítulo 4.-Mi pueblo es mejor que el tuyo
Mis colaboraciones con el “Noticiario” tienen por finalidad dar a conocer Albendea a propios y extraños, tratando de descubrir sus valores, bienes y riquezas, siendo ya una tarea a la que muchas personas se afanan. Estos escritos son partes de un todo, cuyos capítulos hasta ahora son: (1) Albendea no está vaciada sino llena. (2) Potenciemos los sentimientos de pertenencia hacia nuestra nación y pueblo. (3) Para amar a nuestra familia es conveniente conocer sus raíces genealógicas: (4) El presente capítulo, cuyo título visible en el encabezamiento, pretende creernos que nuestro pueblo es el mejor.
¿Quién tiene razón?
Asistí en reciente conversación amistosa al siguiente diálogo:
Amigo A.-Mira, mi pueblo, que conoces bien, pero bastante menos de lo que crees, tiene más habitantes, hay más empresas comerciales y negocios autónomos que en el tuyo. Además, tiene una historia más profunda e interesante y no te digo nada de nuestras tierras de la vega que…, las fiestas y sus concursos que…, la iglesia que… Sin duda, amigo de siempre, ¡mi pueblo es mejor que el tuyo!
Amigo B.-Siendo cierto, en parte, sólo en parte, en lo que dices, mi pueblo tiene una naturaleza impresionante, unas tradiciones y fiestas muy nuestras, familiares, sencillas y divertidas a las que se suman muchísimas personas cuyos hijos vuelven al pueblo de sus padres o abuelos, con alegría e ilusión. ¡Y no te digo nada, si se explotasen mejor las posibilidades de su situación, carretera, montes, sus productos como la miel, la madera, los horneados de dulce o los productos de cierta ganadería. Además, ¡mira! El disfrute de la naturaleza, la sencillez de sus gentes, la tranquilidad y el sosiego, la calidad de su vida…, y no te digo nada sobre…, y… Lo siento, eres listo, pero estás en un error: ¡Mi pueblo es mejor que el tuyo!
¿Quién tenía razón? Mi respuesta: ambos. Porque ambos quieren a su pueblo; ambos dicen y actúan correctamente; ambos tratan de promocionar, cuidar y ensalzar, lo que es suyo. Ambos son gente de bien y buenos paisanos para los suyos.
Decálogo para engrandecer a mi pueblo
¿Cómo se debe pensar y hablar, para ayudar cada uno a su pueblo? ¿Qué errores, solemos cometer en las valoraciones relacionadas con el pueblo que me vio nacer, el mismo de mis antepasados, o con el que me siento identificado? Doy un decálogo de máximas o principios, lo que no es óbice para no estar de acuerdo con alguno de ellos o creer que pudiera haber algún otro, no menos importante.
I.- Mi pueblo es el mejor. Sin duda.
Compongo este slogan: “Cada villa, su maravilla, pero Albendea me encandila.”
II.- El número de habitantes es superior al número de los domiciliados en mi pueblo.
Consulto datos oficiales: Albendea tenía empadronados el 1/01/2023, 122 habitantes. Todas las personas que quieran a Albendea, que se sientan albendurrios por herencias de consanguinidad, que se identifiquen con este pueblo, forman parte de esa gran familia, y por ello su número de habitantes es mucho mayor: Albendea es grande, una villa maravillosa.
III.- No hay pueblos ni naciones pobres o ricos, si acaso, bien o mal explotados.
Me dejo llevar por un par de ejemplos, para testificar el principio. Suiza es una nación pequeña, clima frío, pocas tierras fértiles, mucha montaña, etc. Sin embargo ha sabido explotar sus recursos (industrias de relojería, tecnologías avanzadas, sistemas bancarios, etc.), sus valores no belicistas, su carácter ordenado y diplomático, etc. Hoy su nivel de vida es de los más importantes. (No es el momento de discutir sobre si Suiza u otra nación o pueblo, si hubiesen hecho esto o aquello…). Argentina, tiene aproximadamente siete veces la extensión de España, con unos inmensos recursos naturales, pero… su nivel no es nada envidiable, por lo que fuere.
Lo mismo pasa con los pueblos, y los ejemplos son abundantes (en siguientes colaboraciones, daré alguna relación no exhaustiva).
IV.- Las riquezas, no sólo tienen un carácter económico.
Vivimos en un mundo materializado, dónde con frecuencia se identifica el poder económico, con las propiedades o con las cuentas corrientes. ¡Craso error!
Una persona, familia o pueblo, pueden tener no muchos recursos económicos, pero sus habitantes son felices, tienen calidad de vida, se sienten satisfechos de su cultura y forma de ser; son respetuosos y respetables, no tienen puestos importantes en la sociedad pero se sienten comprometidos con el bien común, son apreciados por su sencillez y honestidad, son responsables con sus deberes, etc. aunque no tengan cuentas bancarias de seis cifras, ni pensiones o sueldos para nadar en la abundancia…, pues si no pasan necesidades perentorias, si disfrutan de buena salud, y poseen felicidad familiar, pues… ¡son riquísimos! ¿Qué más riqueza se puede pedir? Seguro, que al leer estos renglones, todos encontramos rostros, caras y nombres a familias y personas conocidas, en uno u otro sentido.
Un ejemplo, real. Conmigo terminó estudios de magisterio el año 1965, una compañera que se casó con un americano, y en Estados Unidos vive desde hace más de 55 años. Con ocasión de un encuentro en Cuenca, a ese matrimonio le pregunté: –¿Dónde se vive mejor, en España o en Estados Unidos?– Su contestación fue corta y segura:
–En Estados Unidos hay mejor nivel económico en las familias, es más fácil montar negocios, pero… ¡En España se vive mejor!
V.- La solidaridad y unión, es la fuerza del desarrollo.
La solidaridad es uno de los valores humanos por excelencia, que se define como la colaboración mutua entre las personas. Es aquel sentimiento que mantiene a las personas unidas en todo momento, con ataduras de amor y amistad, y es sinónimo de respaldo, ayuda, protección, y que cuando persigue una causa justa cambia el mundo y lo hace mejor para todos. Por eso dijo una vez el sabio Eduardo Galeano: “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.
VI.- Tengo obligación moral de conocer la historia de mi pueblo.
Ya lo dijimos. “No se puede amar lo que no se conoce, ni defender lo que no se ama” (Leonardo Da Vinci). Relacionando conocimiento y sentimiento favorables, y en lo que nos atañe para con Albendea, es de gran valor saber de nuestra Historia, para forja el sentido de pertenencia, el amor a nuestra tierra y pueblo, evita males y provoca acciones de engrandecimiento. Así, solamente como ejemplos, el haber dado luz pública a documentos como el del Archivo Diocesano de Cuenca que hace una relación de los vecinos de nuestra villa, que abonaron al cantero que talló la preciosa portada románica sur de la iglesia parroquial; o el del Catastro del Marqués de Ensenada, que nos habla de las profesiones y actividades a mediados del siglo XVII en nuestra comarca; o el pergamino por el cual se le concede a Albendea el título de villa del año 1537, y claro, ¡cómo no!, la afloración de la Ermita del Mausoleo de Llanes, del que obtenemos datos sobre la ubicación de un caserío, sus costumbres y vida de nuestros paisanos desde el s. IV d. C. Son tesoros, no cuantificables en dinero y éstos siempre engrandecen a los pueblos y naciones. Se ha de continuar en la investigación. Albendea dispone de muy buenos historiadores e historiadoras.
VII.- El respeto debe presidir las relaciones, en todo momento y espacio, las relaciones humanas.
El respeto es la capacidad de reconocer y valorar a todas las personas con las que convivimos. Todas las personas tienen méritos, dignidad y valores; quizás también contravalores. Sin respeto hacia los demás, es imposible poner en práctica valores como la libertad, la justicia, la honestidad, la empatía, la solidaridad, y el bienestar. Sin respeto todo se vuelve zarrapastroso, tormentoso e inaguantable. La convivencia decae, y el pueblo retrocede. Es ley humana y sociológica.
En todos los pueblos, incluso entre familiares, al ser las relaciones próximas y muy personales, pueden aparecer rencillas, celos, malas caras, enemistades e incluso envidias. De acuerdo, pero todo ello dentro de una cierta normalidad, porque al estar entre personas muy interrelacionadas y próximas (con los distancias, las disputas son más difíciles) también los sentimientos, emociones, positivos se agrandan y en esos contrapesos, el cariño, la amistad, la ayuda, el compartir las penas y alegrías, la vecindad, la familiaridad, se deben de imponer.
Pero… ¡ojito a lo que dijo el escritor, R.G. Risch!: “El respeto es una calle de dos vías, si lo quieres recibir, lo tienes que dar”.
VIII.- Los valores, ni se compran, ni se venden. No tienen precio.
¿Qué defendemos en la lucha diaria? Integrar y buscar el bien para la familia, la felicidad personal, la entrega y sacrificio por la subsistencia, la satisfacción del bien hacer, el respeto y consideración personal, el encuentro con la verdad o la justicia, la elevación de la cultura, la lucha por la paz, etc. Así se expresaron algunos sabios: Aristóteles, “La verdadera felicidad consiste en hacer el bien”. Henry David Thoreau, "Antes que el dinero, que la fama, dame la verdad".
Si hoy Albendea tiene grandeza y vaya a ser un referente envidiado en el futuro, no será por los Kg. cereales, pipas de girasol o aceituna, sino por ser un pueblo donde reina la armonía, la alegría compartida, la solidaridad, el respeto por la herencia de la Naturaleza, el servicio con el que pisa sus calles, la consanguinidad no olvidada, la hermandad de todos sus habitantes (ya sabemos, que cuentan no sólo los empadronados), la ayuda frente al problema o la desgracia… Por ahí, por ahí, irá la cosa.
IX.- La protección de la Naturaleza es responsabilidad de todos.
Vivimos de, por, entre y con, la Naturaleza. Este es el principal legado que vamos a dejar a nuestros descendientes. De nosotros depende el bienestar futuro. La biodiversidad no debe continuar degradándose. Es importante cuidar el ecosistema. La flora y la fauna de una comarca hay que conocerlas y amarlas. Todo ello, es responsabilidad de todos: autoridades y ciudadanos. Es más, deberán ser, “principalmente”, las autoridades autonómicas o nacionales.
He aquí dos frases de denuncia, de dos grandes autoridades y sabios. “Produce una inmensa tristeza pensar que la Naturaleza habla mientras el género humano no la escucha” (Víctor Hugo). “El océano es el alcantarillado universal” (Jacques Yves Cousteau).
Realidad: Albendea posee una inmensa riqueza en su Naturaleza (por respeto la escribo con mayúscula), en sus montes, ríos, llanuras, eriales, flora, fauna, vegas, pedregales, pinares… Eso se llama futuro, vida, riqueza, posibilidades, y bienestar, cuyo valor aumentará al paso acompasado de los años.
X.- La economía es sólo una parte de la riqueza de mi pueblo.
¿Es importante la economía de un país, ciudad, pueblo o familia? ¡Claro que sí! Especialmente si no hay para subsistir. Pero con este principio, quiero señalar, que no se debe pensar, que solamente a través del desarrollo económico de un pueblo, éste adquiere todo su valor y se hace grande. ¡Ni mucho menos! Pero tiene su valor que debemos producir porque da bienestar y calidad de vida.
Es más, deberán ser, principalmente, las autoridades autonómicas o nacionales quienes establezcan las infraestructuras económicas que posibiliten la inversión, el establecimiento de vías de comunicación, redes comerciales o los centros turísticos.
He remarcado la palabra principalmente, pensando en Albendea, porque dicho lo anterior, no anula una inversión de carácter familiar, de cooperativa, de participación mixta con algún hacendado, en nuestro municipio. Es decir, lo idóneo es equilibrar inversiones de carácter público con iniciativas privadas. Albendea, al margen de los típicos productos derivados de la agricultura y de la ganadería, tiene muchas posibilidades de explotación en sus recursos turísticos, aprovechando el rico patrimonio artístico y de la Naturaleza (ríos, montes, veredas…); o bien promocionando los productos típicos de la comarca (v.g. miel, aceite, mimbre, …); o de artesanía como pudiera ser la cerámica y los bordados, y por ir terminando los ejemplos, los productos relacionados con faenas familiares tradicionales como son los embutidos y los horneados.
Quise pintar un cuadro, di unas pinceladas para convencer a todos los que quieran a este pueblo de la España vaciada, que Albendea es una realidad de buen pueblo, mejor gente, y con buen futuro. Asumamos el dicho común: ¡Nuestro pueblo es el mejor!
***
Este soneto lo dedico a los que fueron mis alumnos en Albendea: me salió raudo, del alma; me emocioné pensando en los pueblos que con mis familiares me eduqué, viví, disfruté y tuve mis tristezas.
Cómo mi pueblo, ¡ninguno!
Mi pueblo es alegría compartida,
refugio de los sueños cosechados,
cielo es de mis nobles antepasados,
santuario de mi sangre bendecida.
Es sagrario de mis padres y abuelos,
raíces que me abrazan al paisaje,
siendo mi escuela en bondad y linaje
y hogar de esperanzas y consuelos.
Es el motor de amor a mi medida,
el tesoro que mis mayores me han dado
con el cual alienta toda mi vida
cuando el corazón salta palpitado
al ver la vieja casa, bien querida.
¡Qué sí, que sí! ¡Que sigo enamorado!
2025 Alberto Morales Guillén